domingo, 12 de octubre de 2008

A 516 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y A 4 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE LA BARBARIE EN VENEZUELA.

A 516 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y A 4 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE LA BARBARIE EN VENEZUELA.


Los verdaderos venezolanos observamos con estupor como un grupo de personas el 12 de Octubre del año 2.004, creyendo estar en su derecho, azuzados y vilmente manipulados por otros oportunistas con obscuros intereses personales, que se aprovecharon de la ignorancia de los manifestantes para derribar la estatua de Cristóbal Colón, los cuales bajo la necia y extemporánea consigna del “día de la resistencia indígena” llevaron acabo un acto de vandalismo destruyendo un patrimonio cultural de la nación, pues se trataba de una obra de arte con 100 años de antigüedad.


El 12 de octubre conmemora el avistamiento de las primeras islas de lo que sería más tarde el nuevo continente.


Este día ha cambiado de nombre a lo largo de los años de nuestra historia reciente… “día de la raza”…. “día del descubrimiento de América”… “encuentro de dos mundos”… y últimamente “el día de la resistencia indígena”… De todos estos calificativos, considero que el más acertado es el del “encuentro de dos mundos”, pues eso fue lo que ocurrió con la llegada de las tres naves, el descubrimiento de parte y parte de la existencia de dos mundos muy diferentes con las consecuencias naturales que se crean al chocar dos culturas extrañas.


Lo ocurrido esa madrugada del 12 de octubre de 1.492 lo podemos recrear a partir de los registros realizados por uno de los testigos presenciales más importante de la expedición:


…A las dos horas después de media noche pareció la tierra de la cual estarían dos leguas. Amañaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro. Puestosen tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se ajuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias. +Yo -dice él-, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vi de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballo, y cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que hallan, y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro: sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pez, y otras de otras cosas…


En la carta dirigida a los Reyes de España sobre el descubrimiento del nuevo continente, Colón escribe:


…La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o dos de algodón filado…


De estas narraciones solo se desprende que la pretendida resistencia indígena nunca existió, al menos en este lado del continente y durante la etapa temprana de lo que sería posteriormente la colonización. Los pueblos que más sufrieron las consecuencias de este encuentro fueron los mexicanos y los andinos del Sur.


Negar nuestra historia, negar nuestra ascendencia es negar nuestra existencia, es como renegar de nuestros bisabuelos, es “tirarle” a la familia. Lamentablemente para algunas conciencias supuestamente nacionalistas que sólo se mueven por un resentimiento inexplicable (Sentir rencor por un hecho acontecido hace ya más de 500 años, es demostrar una gran pobreza mental.) no quieren aceptar una realidad irreversible, un acontecimiento que tarde o temprano iba a ocurrir. No les queda más remedio que aceptar que los venezolanos en su gran mayoría no son puros de “raza original”, somos un gran mosaico que comenzó hace 516 años, un caleidoscopio de nacionalidades fundidas en el tiempo y el espacio dando producto a lo que somos…



¡VENEZOLANOS!.